sábado, 12 de noviembre de 2011

Enfrente Del Lago





Había salido de aquella casa como habitualmente lo hacía, tenía su destino claro y se encaminó a la parada del autobús. Mas en lo que iba caminando un pensamiento invadió su mente, algo que lo golpeo de repente y aunque intento omitirlo, era más fuerte que él; el pensamiento se apoderó de su mente. Como un instinto al cual no pudo hacer caso omiso, paso de lejos la parada del autobús y siguió caminando, hacía aquel parque que estaba tan cerca de él, aquel extenso lugar, aquel gran parque del sur.

Hace mucho tiempo atrás, el vivía por ahí, era su patio trasero, por decirlo de alguna manera, un lugar siempre tan lleno de vida. Ahora las cosas habían cambiado un poco, no se respiraba esa vibra en el ambiente, todo se veía muy desolado, frío…descuidado. Caminaba guíado por una corazonada, algo que no podía explicar. ¿Qué era lo que realmente lo que iba a buscar a aquel lugar? ¿Serían respuestas, sería un rato con el mismo, con su mente? Realmente no lo sabía, pero seguía caminando y aunque intento parar un par de veces en el camino sus pies simplemente no quisieron responderle.

Entró por el costado norte del enorme parque, curiosamente esta entrada no solía ser muy usada, paso por un pequeño puente, y debajo de este…el río… el agua tan sucia, tan putrefacta, tan asquerosa…tan asquerosa como la inconsciencia del ser humano que no le importa contaminar todo lo que está a su alrededor. A los lados, árboles increíblemente altos, que parecían estar ahí de toda una vida, corría una fresca brisa. No presto mucho atención al resto de cosas que le rodeaban pues de inmediato se le presento lo obvio. Ya sabía hacía donde estaba caminando, se dirigía a sentarse frente al lago.

Un lago…un gran lago a decir verdad, era parte fundamental de lo que componía este parque. Un lago un poco olvidado, como el resto del parque, un tanto sucio, sin embargo, imponente. La brisa hacía ondas en su superficie, el agua hipnotizaba, invitaba a todo aquel que se atreviera a quedar mirando a ser hipnotizado por las figuras que se formaban, por el silencio del lugar que era acompañado por el ruido de los vehículos de la autopista. “Que cosas suceden” se dijo, le llamaba la atención de estar a menos de 5 metros de un lago y a menos 100 metros de una autopista al mismo tiempo…donde los carros iban y venían constantemente, dirigiéndose a quien sabe dónde.

Se sentó, no en un lugar inocente, sino en el lugar donde él, hacía no tanto tiempo, había confiado y confesado tantas cosas… donde le habían confiado y confesado tantas cosas. Saco un cigarro y le divirtió como el humo se fundía con el aire y desaparecía casi de inmediato. Pensaba en alguien en específico. Era como volver a aquel día, solo que ahora el cielo estaba gris y hacía bastante frío, pues era noviembre, la última vez que había estado allí era bajo una cálida tarde de Abril… y no había estado solo.

Pensó que era bastante extraño, acostumbrarse a los cambios. Suponía que si tuviera que aprender a vivir sin un ojo, más o menos por ahí andaría la cosa. ¡Incoherentes pensamientos! pensaría cualquier otro, pero por alguna extraña razón estas cosas tenían sentido en su mente. La resignación a la perdida era algo tan extraño para el ser humano. Se preguntaba que si sería por esto que teníamos que constantemente estar inventado cosas que siguieran después de nuestra muerte. Se cuestionaba si es que era simplemente que éramos incapaces de lidiar con esa sensación de aniquilamiento total de algo y por lo tanto teníamos que construir mundos imaginarios o al menos sentimientos de esperanza. ¡Pero qué trágico se había vuelto, por amor a la sensatez! Hablando de muerte, en tan único lugar. Pensó entonces, en algo menos radical, la perdida de lo que fuera…afectaba, no lograba explicarse por que como seres humanos no lográbamos introducir en nuestra cabeza un concepto como “las cosas ya no son como antes”.

Pero algo sabía bien, y era que aunque nos duela en el alma, debemos dejar libre aquello que amamos, debemos dejarlo fluir, que busque su propio camino. Quizás un día volverá, quizás no, como saberlo en un mundo en donde la incertidumbre es lo que impera, en donde no sabemos que encontraremos en la vuelta de la esquina. Mas a nadie se le puede juzgar, por tener esperanza.

El cigarrillo se consumía lentamente, al igual que sus pensamientos. Ahora entendía más… no había ido allí a buscar respuestas, tampoco a recibir una revelación divina, simplemente se había dado cuenta que su ser le pidió un rato consigo mismo. Y era en aquel lugar… donde tenía tantísimos recuerdos, aquel lugar que recorrió tantas veces, que sin duda alguna, había cambiado muchísimo, pero aun mantenía algo en su centro, un secreto escondido que nadie nunca revelaría, aquel sitio donde había sido un niño que se iba con un carrito de juguete hacía al lago y le tiraba piedras, y no se iba hasta que una a una se ahogaran en él.

Bastaban 10 minutos en autobús para estar en el centro de la ciudad, si se quisiera salir de allí. Era increíble que existiera un oasis como tal, tan cercano a la gran ciudad. Admitía que no era un oasis ideal, pero al menos era un lugar donde se podía respirar, al menos se podía pensar, se podía tocar la tierra, el césped. Ver el agua…”que las aguas sanadoras, entierren mi dolor” dijo parafraseando en otro lenguaje una canción que había amado en los últimos días.

El cigarro se acabo y quiso sacar otro, pero se dio cuenta de que se le habían acabado, se quedo ahí sentado, unos minutos, simplemente para entrar en contacto con el lugar, darse el derecho de daría una pequeña posada al enredo que ahora había decidido vivir en su cabeza. Intentó levantarse una primera vez, pero el aire del lugar le invitaba a quedarse más, pero esto no podía ser, debía seguir su camino. Hizo un segundo intento y lo logró, y antes de irse se quedó viendo absorto aquel lugar donde se habían sentado aquella vez, bajo la mirada y sin que nadie lo viera le mando un beso a aquel sitio, se dio la vuelta y se puso a caminar.

El gran parque del sur seguía guardando una especie de misterioso silencio, unos cuantos policías merodeaban la zona, y se preguntaba él, si realmente aquí había algo que vigilar. Salió por donde vino, y supo que tal vez esta no sería la última vez que volvería a aquel parque, el haber entrado ese día, no había sido un evento ordinario, algo de su magia había quedado en él, ya tarde o temprano volvería. Pensaba en muchas cosas, todas irrelevantes para algunos, muy complejas y extrañas para él.

Respiraba hondo, pensaba en la brisa de Abril, pensaba en la tierra que habían tocado sus manos, de su manía de empezar a arrancar el zacate cuando está sentado, de los cigarros que se habían perdido entre las lluvias torrenciales de Setiembre, de las mañanas en las que todo parecía ser demasiado perfecto para ser una realidad, de los bailes y los gritos que se ahogaron en los rincones de distintos bares. Pensaba en las botellas vacías de cerveza, en la espontaneidad de los eventos que solían aparecer. Iba solo, pensando en la parte de atrás del bus, que quizás, (o tal vez esto solo era un engaño tonto) que correría Abril, o tal vez Junio, Julio, Agosto… quien podía saberlo ya, que iría caminando entre la multitud por donde tantas veces camino y que al llegar, la luz de un cigarrillo le preguntaría “¿Venías corriendo?” y que esta vez no sería su risa tonta la que respondería, sino su voz alegre y tranquila “No, venía disfrutando del camino, en realidad”.

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial 3.0 Unported License.

No hay comentarios:

Publicar un comentario