sábado, 12 de octubre de 2013

Texto Prescindible 3: El País de La Mentira

Tomó el vaso y le dio un trago. Aún quedaba un poco de vino.

Su inexistente brazo derecho le recordaba que había vivido tiempos mejores.

 Mira, te digo que he andado en varios lugares… demasiados lugares tal vez. Pero nunca ninguno se podría comparar al país de la mentira. Insisto, no hay palabras suficientes para describir el caos que impera en ese lugar. Nunca se sabe a qué hora llegan los vuelos en el aeropuerto, ya que nada marca la hora real de nada. Los rótulos en las puertas de los edificios señalan que ahí está la salida hacía un corredor que comunica con el parqueo, pero en realidad te llevan a un pasillo sin salida, cuándo preguntas hacía dónde queda algo, te dan la dirección para llegar a otro lugar.

 Los buses dicen que hacen cierta ruta, pero en realidad te llevan a lugares a los que según ellos no iban, cuándo preguntas por el precio de las cosas nunca te dan el verdadero valor, por lo que pagar algo es siempre prepararse para una sorpresa, ¡nunca llegas a saber el verdadero valor que tenías que pagar por las cosas!, nunca puedes conocer el verdadero nombre de las personas, si están casadas o no, dónde trabajan, si tienen hijos, qué es lo que realmente les gusta hacer, qué les preocupa, qué les agrada, qué les disgusta. Nunca puedes saber nada certero, pues en el país de la mentira todos mienten, todo miente… compulsiva y constantemente. A poco rato de estar ahí, el lugar te afecta profundamente; ya no sabes en quien confiar o si lo que conoces es verdad o mentira. Lo más frustrante de este lugar es ver que todos disfrutan mentir, parecen deleitarse con el juego de poder inventar la respuesta que quieran a cualquier pregunta sin tener que sentir remordimiento alguno. La gente de este lugar miente, y ama mentir, lo ha hecho siempre, lo está haciendo y lo seguirá haciendo. Lo peor es que muchos ingenuos les creen sus mentiras, no se cuestionan nada, hasta mucho rato después empiezan a sospechar.

 Hay que tener cuidado al visitar este lugar, porque contagiarse de decir mentiras compulsivamente es algo que ataca con mucha frecuencia a la gente que visita este sitio, es más… me atrevo a decir que cualquiera que visita este dichoso país, luego termina con la necesidad de decir mentiras de cuando en cuando.

 Dio un golpe a la barra del bar con su mano derecha hecha un puño y pidió un poco más de ron, se le había acabado el que se estaba tomando.

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