jueves, 24 de octubre de 2013

Texto Prescindible 7: Está destinado a ser

Sabía que jamás podría ser como él.

Me parece estarle viendo sentado en su sillón gris, conformándose con ver la primera estupidez que saliera en televisión. A él todo lo daba igual, todo le parecía estar bien. No creo que haya llegado a tener mayor objetivo en su vida que el de sobrevivir el día a día de manera mediocre.

“La luz subió, bueno que más da. Anoche fuimos al bar de Ofelia, yo quería ir al nuevo de la Calle 20, pero da igual. Me cobraron por equivocación un extra en el restaurante, iba a reclamar, pero que pereza, ultimadamente. En estas elecciones todos los candidatos sí que son una basura, pero qué más da, me conformaré con lo que decida la mayoría, no es como que yo logre mucho. Me saque un 70 en el examen de fundamentos, pude haber sacado mejor nota pero lo importante era pasar, da igual. Pude haber obtenido la comisión, pero que va, así estoy bien, ultimadamente para qué matarse”.

Qué más da, me da igual, me conformo y como sea parecían ser sus expresiones favoritas, siempre repetitivas. A pesar de que más de una vez le intenté alentar a que saliera de ese conformismo que le embrutecía la mente, mis intentos fueron vanos. Nunca había conocido a alguien tan contento con su indiferencia, cualquier cosa que viniera estaba bien, y lo que se obtuviera por medio del mínimo esfuerzo era perfecto. Lograr obtener lo básico era el objetivo final, sin olvidar la mediocridad de por medio. Esa falta de ambiciones, ilusiones, metas… era triste.


Sabía que jamás podría ser como él.

Texto Prescindible 6: No está destinado a ser

Me preguntaba si yo algún día llegaría a ser así.

Andar de un lado para otro con él era todo un suplicio, pero lo toleraba porque sentía que el tipo se sentía solo. Demasiado solo, tal vez.

“Mirá que el futbol de aquí es una basura, mirá que la música que se hace ahora aquí es puro ruido, mirá que en esos sindicatos solo viejos vagabundos, mirá que en el gobierno solo hay ladrones, mirá que la educación del país ha alcanzado puntos de mediocridad inimaginables, mirá que todo está muy caro, mirá que los maestros ahora son una cochinada, mirá que los carros de ahora no duran nada, mirá que ahora hay demasiado homosexual, mirá que ahora nadie respeta a la iglesia, mirá que ahora todo el mundo compra en los centros comerciales, mirá que en la ciudad ya no hay parques donde poder sentarse a descansar…”

Mirá, mirá, mirá, mirá esto, mirá aquello. ¡Cuántas quejas! Siempre se quejaba por todo, él siempre con la mirada atrás, añorando un pasado extraño el cual aparecía siempre como un tiempo perfecto mancillado por el malévolo e inminente futuro.

Se quejaba tanto, siempre me pregunté si sería capaz de plantear alguna solución, porque yo nunca le oí alguna. A él no le interesaba oír mi opinión, yo sabía que pensaba que era estúpida, solo quería tener alguien que oyera atentamente su interminable lista de quejas. Insisto, era un suplicio andar con él, pero sabía que el tipo se sentía solo, olvidado, marginado y por eso le acompañaba de cuando en cuando. Estaba viejo, amargado, apático.


Me preguntaba si yo algún día llegaría a ser así.

Texto Prescindible 5: Micro-relato para Roger

Una de las cosas que no olvido de aquel curso, era aquel profesor que siempre contaba una anécdota muy interesante de cuando estaba haciendo su trabajo para lograr obtener un título de doctorado.

Intentaba trabajar con jóvenes de “barrios marginales” y en una de sus primeras aproximaciones al intentar explicar cuál era la investigación que pretendía desarrollar, un joven le replicó que él solo quería usarlos como conejillos de indias para obtener información para su tesis y luego irse. Que quién era él para venir a hacer esas cosas.

Era curioso, difícil no admitir que la cara de angustia que siempre ponía al contar la anécdota daba mucha gracia, hasta en su tesis menciono el incidente, al pobre le marcó tan profundamente la experiencia que no pudo dormir bien por varios días.


Insisto, el solo imaginar el cuadro era simplemente hilarante, el académico siendo enfrentado por su sujeto de estudio. Sin embargo, ese día todos aprendimos algo.

sábado, 12 de octubre de 2013

Texto Prescindible 4: Onironauta

-         - ¿Un qué?
-          -Onironauta.
-          -Oniro…
-          -Nauta.
-          -Onironauta.
-          -Sí, onironuta.
-          -¿Viajas en sueños? ¿Navegas en sueños?
-          -Algo así es el concepto.
-          -Pero… ósea… ¿por qué tanta obsesión con los sueños?
-          -Te lo respondo con otra pregunta: ¿Cuántas horas dormís vos al día?
-          -Unas 8, lo normal.
-          -¿Cuántas ocupa eso de tu día?
-          -Pues el día con 24 horas, la mitad 12… es medio… entonces…divido… una tercera parte del día.
-         - Ósea, al mes casi que duras 224 horas durmiendo, y en ese momento, imagínate el montón de sueños que tenemos y la cantidad de imágenes que pasamos recibiendo.
-          -Debo admitir que si lo vemos de esa manera… es curioso
-         - Es que no se cómo explicártelo, simplemente… no sé de que tratará la alucinación que, sospecho, ya mi mente me tiene preparada para la noche, me encanta cuando puedo recordarla, pues si la anoto y me esfuerzo un poco, sé que podre rememorarla siempre y así tener acceso a muchas historias escritas por nuestra loca mente. A veces me despierto y no me recuerdo de nada, en otras ocasiones solamente de partes, pero cuando recuerdo muchos detalles y minutos del sueño realmente me siento lleno. Satisfecho. Feliz. Extraño.
-          -Extraño… interesante, debo admitirlo.

-          -Quisiera encontrar la manera de explicarlo, pero en serio no lo sé. Tal vez es que estoy obsesionado con visitar otros mundos posibles creados por mi mente, o así como muchos se obsesionan con otras cosas en específico, yo me obsesione por los sueños. Y es que debo confesar que también me interesa mucho oír los de la gente, creo que ahí está la respuesta a lo que realmente somos, lo que reprimimos, lo que sentimos, lo que anhelamos, nuestra cordura… los sueños… insisto… ahí es dónde lo real y la realidad pueden convivir… es un hermoso y estructurado caos.

Texto Prescindible 3: El País de La Mentira

Tomó el vaso y le dio un trago. Aún quedaba un poco de vino.

Su inexistente brazo derecho le recordaba que había vivido tiempos mejores.

 Mira, te digo que he andado en varios lugares… demasiados lugares tal vez. Pero nunca ninguno se podría comparar al país de la mentira. Insisto, no hay palabras suficientes para describir el caos que impera en ese lugar. Nunca se sabe a qué hora llegan los vuelos en el aeropuerto, ya que nada marca la hora real de nada. Los rótulos en las puertas de los edificios señalan que ahí está la salida hacía un corredor que comunica con el parqueo, pero en realidad te llevan a un pasillo sin salida, cuándo preguntas hacía dónde queda algo, te dan la dirección para llegar a otro lugar.

 Los buses dicen que hacen cierta ruta, pero en realidad te llevan a lugares a los que según ellos no iban, cuándo preguntas por el precio de las cosas nunca te dan el verdadero valor, por lo que pagar algo es siempre prepararse para una sorpresa, ¡nunca llegas a saber el verdadero valor que tenías que pagar por las cosas!, nunca puedes conocer el verdadero nombre de las personas, si están casadas o no, dónde trabajan, si tienen hijos, qué es lo que realmente les gusta hacer, qué les preocupa, qué les agrada, qué les disgusta. Nunca puedes saber nada certero, pues en el país de la mentira todos mienten, todo miente… compulsiva y constantemente. A poco rato de estar ahí, el lugar te afecta profundamente; ya no sabes en quien confiar o si lo que conoces es verdad o mentira. Lo más frustrante de este lugar es ver que todos disfrutan mentir, parecen deleitarse con el juego de poder inventar la respuesta que quieran a cualquier pregunta sin tener que sentir remordimiento alguno. La gente de este lugar miente, y ama mentir, lo ha hecho siempre, lo está haciendo y lo seguirá haciendo. Lo peor es que muchos ingenuos les creen sus mentiras, no se cuestionan nada, hasta mucho rato después empiezan a sospechar.

 Hay que tener cuidado al visitar este lugar, porque contagiarse de decir mentiras compulsivamente es algo que ataca con mucha frecuencia a la gente que visita este sitio, es más… me atrevo a decir que cualquiera que visita este dichoso país, luego termina con la necesidad de decir mentiras de cuando en cuando.

 Dio un golpe a la barra del bar con su mano derecha hecha un puño y pidió un poco más de ron, se le había acabado el que se estaba tomando.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Texto Prescindible 2: Al anochecer del día

Realmente sería difícil determinar cómo empezó todo, ¿vos sabes? Es una de esas historias, o mejor dicho, experiencias, que cuando se intentan rememorar parecen no tener un verdadero punto de partida, pero esto no significa que no se pueda intentar ubicar la raíz del asunto. Quizás todo empezó en aquellas clases de Filosofía Moderna I. La veía sentarse en el asiento de siempre, la miraba de reojo para no parecer tan obvio. “Nada especial”, pensó la primera vez.

La segunda vez, no fue igual, ni la tercera, ni mucho menos la cuarta. Le había puesto atención y se había dado cuenta que siempre andaba con un libro diferente, siempre de literatura costarricense. Quizás ese fue el detonante. Sí, de fijo ahí estaba la chispa. Él también estaba en esa fase; ya había pasado por el episodio de buscar literatura de otras latitudes, por lo que ya se había devorado varios libros de Huxley, Orwell, Hesse, Verne, Dostoievski, Tolkien, Fitzgerald, Carroll, Twain, Dickens y muchos otros; ya también había pasado la fase de buscar literatura latinoamericana, hizo pasar ante sus ojos los textos de Benedetti, García Márquez, Allende, Cortázar, Borges, Carpentier, Neruda….

Pero ahora le apostaba a lo nacional y no pudo evitar quitarle la mirada cuando la descubrió leyendo a Ana Istarú, tampoco a la semana siguiente que descubrió que estaba metida en un libro de Alí Víquez. La semana que le siguió a esa fue peor…andaba dos libros, uno de Debravo y otro de Eduardo Calsamiglia; pero el golpe final se lo dio cuando se dio cuenta que estaba leyendo a Rodolfo Arias Formoso… El emperador…

Tenía que hablar con ella, cómo no hacerlo. Por obra maestra del destino resultó que se iban en el mismo bus, estaba sentada ella en la banquita de la parada esperando a la famosa lata blanco con azul de las 7:00pm, con torpeza se acercó, nuestra co-protagonista estaba sumida en las letras de “Asalto al paraíso” de Tatiana Lobo. “Que buen libro”. Esa fue la oración más inteligente que pudo desarrollar el cerebro de nuestro embrutecido amigo, y la que a su boca le pareció pertinente pronunciar. Ella pudo haber respondido con un sí breve, indicándole “déjeme seguir leyendo” o “sí, es cierto”. Pero en cambio, se quedó callada, lo volvió a ver con una sonrisa y le dijo “no puedo parar de leerlo” y después de una breve risa confesó: “estoy como obsesionada con la literatura nacional en este momento… ¿te ha pasado?”. De ahí en adelante la conversación agarró su curso, simplemente empezó a fluir y cada oración que pasaba hacía que sintieran más curiosidad el uno por el otro. Se daban cuenta que si este encuentro era producto del azar, la suerte estaba de su lado.

No eran iguales, pero eran perfectamente compatibles. Su forma de pensar, el tipo de lectura por el que iban sintiendo afición, su manera de pensar acerca de la vida, los temas polémicos de actualidad, los temas banales de actualidad, la música, las drogas, los sentimientos… Eran un par de canábico amantes con una co-dependencia por el rock alternativo y el ska, que creían que Huxley era lo mejor que le había pasado el mundo, que odiaban a Paulo Cohello, y disfrutaban de oír a los demás simplemente para hacer un intento de entender cómo ven el mundo otras personas, sin embargo a ella no le gustaban los domingos, a él no le gustaban los lunes; ella le gustaban los gatos, a él los perros, ella mataría por una dona con dulce de leche, el por un pastel de carne de la soda cerquita de la parada de buses. Pero todo bien.


Benditos estos lectores empedernidos, porque no eran de esos modelos de catálogos que vos y yo solemos ver a cada rato en las revistas, ni de esos que simplemente se gustaron porque lo primero que les entró por el ojo fue la atracción física. Benditos sean porque iban a durar un muy buen rato, porque su enamoramiento primordial no fue producto del deseo de sus cuerpos, este par se enamoró de sus ideas, sus obsesiones, sus demonios, de sus maneras de ver el mundo…

jueves, 12 de septiembre de 2013

Texto Prescindible 1: Una breve descripción de una tarde lluviosa en la ciudad (como si no hubieran ya suficientes) vista desde un bus

Es una de esas tardes, una de esas tantas tardes. Se parece a muchas otras. ¿Será que ya la viví? Pudo haber sido en el cuerpo de alguien más, o tal vez la viví en el mío, simplemente que se ha repetido tantas veces que ya no me acuerdo. ¿Una especie de adormecimiento? Quizás es el medicamento nuevo el que me tiene azurumbado (más de lo normal). El distraído distrayéndose con muchas distracciones en un mundo distraído creado para distraer. ¡Qué problema!

Es el bus de cinco y algo, porque no es de esos buses que salen cada 15 minutos, es uno de esos buses cuya referencia fue: “agarre cualquiera de los que paran ahí, todos lo llevan al centro”. El cielo estalla. “San Pedro está corriendo los muebles” diría mi abuela. Ya pronto, ya pronto… no solo será calle, también serán edificios, será la aglutinación de vehículos, será la densa capa de smog… decadente… deliciosa. Esa capa que después de un viaje a la montaña olemos con morbo, que nos da asco pero al mismo tiempo placer.

El bus avanza. Llueve. Lentamente sin ningún tipo de resistencia, el bus se introduce lentamente en una conglomeración de automóviles. Se ha perdido entre el montón, pero nunca dejó de ser del montón. Un gas somnífero se ha colado por debajo de la puerta, ha subido las gradas, mando para la mierda al conductor y no pago el pasaje. Y decidió estallar,  quiso que todos lo inhalaran. Parece que (des)afortunadamente lo he respirado de lleno, mis párpados pesan y una canción de cuna compuesta por gritos, bocinas y pulgares golpeando pantallas de celular me arrullan. La ventana que ha servido para hacer filosofar a muchos desprevenidos es ahora mi almohada. Fría, húmeda, agradable.

¡No debo dormirme! Inútilmente intento superar el estado de adormecimiento, le pegó una mirada al hermoso caos con el que estamos negociando. La ciudad es una obra de arte de esas que parecen que un día el pintor amaneció furioso con los colores, simplemente amaneció furioso con el lienzo, con la paleta, con los pinceles y después de un grito que casi le hace sangrar las cuerdas vocales y una patada a una puerta, decidió mandar todo para el demonio. Agarró las pinturas y las arrojó con violencia al lienzo, explosión por todo lado, desbordada, puntos por aquí, por allá… dos grandes motas de verde juntas… ¿Por qué? Porque si… no hay razón profunda, es simplemente una reminiscencia del caos. Así es esta ciudad.

El bus anda como un carrito de supermercados al que le falla una llanta, se mete por laberintos hechos de puteros, comida rápida, ferreterías, librerías, universidades, bancos, plazas, oficinas de gobiernos, panaderías, pasamanerías, restaurantes (in)formales, bares, chinamos, paradas de buses, tiendas de ropa, supermercados, carnicerías, mueblerías, tiendas de videojuegos, escuelas, colegios, las tiendas de los chinos, bancas, adoquines, calle, asfalto, ratas, indigentes, cartón, acero, madera, taxis, sangre, delincuencia, teatros, ópticas, sodas, gaseosas, comandancias de policía, gente, mierda, agua, luz, oscuridad, tiendas de discos, orina, farmacias, heladerías, cafeterías, trenes, zapaterías, tiendas de celulares, el correo, plástico, dinero, monumentos, fuentes, fuego, animales, veterinarias, guitarras, casas, hospitales, patrullas, huevo frito, saliva… Un momento… ¿El Aleph?... ¡Aquí está todo!

Es estremecedor, tanto de todo en un mundo en el que la clave para ser feliz es siempre carecer de algo. ¡Diablos! Los ojos me pesan. Como el más imbécil dejo que la baba se me salga lentamente, duermo con la boca abierta, ignorando a todo lo que me rodea. Simplemente me he dejado vencer por el sueño. Es una derrota satisfactoria, se siente bien ser dominado. Al fin y al cabo, será una victoria breve.

Diez minutos pasan y me doy cuenta que estoy rodeado de nuevos extraños. El bus quiere arrancar otra vez… ¿Por qué otra vez? Debería estar en mi destino. Rápidamente armo las piezas del rompecabezas, ya todo el mundo se bajó, me quedé dormido, va a empezar el viaje otra vez….el conductor está a punto de cerrar la puerta para iniciar nuevamente el repetitivo recorrido, pero logro escapar a tiempo… no se ha percatado de que nunca me bajé… tal vez simplemente no le importó, o la repetición simplemente lo ha hecho inmune a las anomalías básicas.


Después de unos pasos en miedo de la lluvia, se impregna ese olor a pollo frito… pollo frito. Les invito queridos amigos, a buscar descripciones de la ciudad de los últimos veinticinco años y les apuesto que muchas les dirán que la ciudad huele a pollo frito… Creo que lo he descubierto, el olor de la ciudad es una combinación de 5 elementos: humo, mierda, sudor, humedad…y el más importante….pollo frito.