Una de las cosas que no olvido de
aquel curso, era aquel profesor que siempre contaba una anécdota muy
interesante de cuando estaba haciendo su trabajo para lograr obtener un título
de doctorado.
Intentaba trabajar con jóvenes de
“barrios marginales” y en una de sus primeras aproximaciones al intentar
explicar cuál era la investigación que pretendía desarrollar, un joven le
replicó que él solo quería usarlos como conejillos de indias para obtener
información para su tesis y luego irse. Que quién era él para venir a hacer
esas cosas.
Era curioso, difícil no admitir que
la cara de angustia que siempre ponía al contar la anécdota daba mucha gracia,
hasta en su tesis menciono el incidente, al pobre le marcó tan profundamente la
experiencia que no pudo dormir bien por varios días.
Insisto, el solo imaginar el cuadro
era simplemente hilarante, el académico siendo enfrentado por su sujeto de
estudio. Sin embargo, ese día todos aprendimos algo.
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